Un centenario olvidado: ‘El poema de una sanluqueña’, de Joaquín Turina (1924)

Por Salvador Daza Palacios

 

En este verano se han cumplido cien años del estreno en Sanlúcar de Barrameda de una obra inmortal y magistral de la música de cámara española: El poema de una sanluqueña, para violín y piano, del compositor sevillano e hijo adoptivo de la ciudad de la manzanilla, Joaquín Turina (1882-1949).

El 15 de Julio de 1924 llegó el maestro a Sanlúcar, donde acostumbraba a pasar algunos veranos en la casa de su amigo José Colom, un palacete hoy arruinado y abandonado, en la calle Regina. Le recogieron en la estación de tren de Jerez un grupo de amigos que le traerían en “auto” hasta la ciudad, donde permanecería una semana «con una sensación infinita de bienestar».

Tras el clamoroso éxito conseguido dos años antes por el estreno de su Sonata pintoresca para piano Sanlúcar de Barrameda, op. 24, en el salón de plenos del Ayuntamiento, la visita de Turina en este año de 1924 tenía un objetivo primordial: el estreno de su composición para violín y piano ya citada, numerada con el op. 28 de su catálogo y que dedicó “a las muchachas de Sanlúcar”. Para llevar a cabo este estreno absoluto, don Joaquín había elegido a un joven violinista sanluqueño, Manuel Romero López, que entonces destacaba como músico de unas potencialidades extraordinarias, al igual que otro sanluqueño de excepción a quien Turina también promocionó: el pianista Antonio Lucas Moreno, que llegaría a ser catedrático de piano en el Conservatorio de Madrid y que fue un constante propagador de la obra del compositor.

Primero a la izquierda, José Colom, junto a Abelardo Sánchez. A la derecha, Manuel Romero López, en una imagen tomada por el propio Turina.

La estancia veraniega de Turina en este año 1924 pasaría «entre el estudio con el violinista Manuel Romero y deliciosas meriendas en Bajo de Guía». El concierto de estreno de la obra tendría lugar el 20 de Julio en el desaparecido Teatro Reina Victoria, en la Calzada. Tras el triunfo y la cordial y calurosa acogida de la obra, se celebró una «opípara cena en el Nº 2, hotel sanluqueño», situado en la calle Ancha.

Al día siguiente se repite el concierto, esta vez en sesión privada, al que solo un grupo de oyentes privilegiados tuvo la fortuna de asistir. Curiosamente, entre ellos estaba Julián Cerdán, no sólo por músico y colega del compositor sevillano, sino por ser vecino de la familia Colom, pues es sabido que el antiguo director de la Banda Municipal vivía en la calle Regina, muy cerca de la hermosísima casa solariega en la que veraneaba Turina, situada enfrente de la calle Santa Ana. Así lo explicará el propio autor: «En la noche del día siguiente se repite el concierto en el patio de la casa de Colom. Entre otros, asisten el curita Badanelli y su padre; Cerdán, señorita de Benito, compositora sevillana; Rojas, Abelardo, Romero, Rosario y Asunción Delgado Ñudi». Esta última parece haber sido quien inspiró la obra, pues consta en las memorias de Turina que había sido quien pronunció una frase «doliente» que llegó al corazón del maestro: «Las sanluqueñas se quedan solteras, porque los sanluqueños se casan con las forasteras».

El 22 de Julio se volvería Turina hacia Sevilla en el vapor San Telmo, dejando una estela de armonías y bellezas impregnadas en los corazones sensibles de los sanluqueños de buena voluntad, a los que regaló su inspiración artística y su genialidad sin pedir nada a cambio. Tras este acontecimiento, la obra viajó hasta Londres, donde fue estrenada por el propio compositor y la violinista francesa Lydia Demirgian. Desde la capital del Támesis volvió para interpretarse por primera vez en Madrid, en el Teatro de la Comedia, donde ratificó el éxito obtenido por la pieza en sus anteriores interpretaciones, pues había llegado el eco a través de la prensa inglesa.

Según la crítica, El Poema «es la obra de un maestro conocedor de los procedimientos y modalidades modernas, y literariamente es el ensueño de un poeta que siente intensamente los ardores del alma andaluza. Se trataba sin duda de unas las composiciones más bellas y completas del notable compositor». En enero de 1925 se volvió a repetir la obra a principios de año en Sanlúcar, en el salón bajo del colegio de los Escolapios, donde el maestro fue homenajeado una vez más, por las emotivas palabras de José Luis Acquaroni, quien le hizo ofrenda de unos objetos de escritorio y unos pliegos de más de cien firmas de mujeres sanluqueñas, que agradecían de esta forma el gesto del compositor de haber dedicado la inmortal obra a las «diosas de la ciudad de plata». El poema, desde entonces se ha grabado infinidad de veces por los más prestigiosos violinistas españoles y extranjeros, y se ha interpretado en miles de conciertos por todo el mundo. Esperemos que pronto podamos oírla de nuevo en Sanlúcar, para comprobar que no ha envejecido sino que se ha revalorizado más si cabe. Porque cien años no son nada.

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