Félix J. Palma (Sanlúcar, 1968) regresa a su tierra natal para presentar su última novela, El gran timo de las hadas, que construye a partir del caso de las hadas de Cottingley, que alcanzó la fama gracias a Arthur Connan Doyle, quien le dio visibilidad y algo más. El autor nos da unas claves de la obra, de la que hablará en Bodegas Argüeso el 6 de julio a las 21.horas.
Deja atrás la época victoriana, pero Londres sigue siendo el escenario de su nueva obra en una época muy convulsa tras la Primera Guerra Mundial. Y también tiene cabida otro de sus autores de ficción, Connan Doyle. ¿Cómo llegó hasta el caso de las hadas de Cottingley?
Me tropecé con el caso de las hadas de Cottingley allá por 2006, mientras me documentaba para mi Trilogía Victoriana (que, por cierto, vuelve ahora a las librerías en el sello Booket de Planeta). La historia de Elsie y Frances, dos niñas que con su imaginación prendieron una luz en medio de la oscuridad que sumía el mundo a causa de la Gran Guerra me resultó fascinante. Corría el verano de 1917 cuando las dos primas le pidieron la cámara fotográfica a su padre para fotografiarse jugando con hadas en un arroyo cercano a su casa. Como te puedes imaginar, las cinco fotos que realizaron causaron cierto revuelo en la zona, aunque no se hicieron realmente virales hasta que tres años después el conocido escritor Arthur Conan Doyle les dedicó un artículo en el Strand Magazine. El curioso suceso, sin embargo, quedaba fuera del marco temporal de mi trilogía, así que lo guardé en mi despensa de ideas para futuras novelas y durante años lo desempolvaba y le daba vueltas, intentando darle forma, pero sin éxito. Pasé bastante años así, ocupado en otras historias, hasta que hace aproximadamente dos años se me ocurrió usar el caso de telón de fondo y hablar sobre los efectos que el suceso tuvo en la Inglaterra de la época, que se desangraba a causa de una guerra monstruosa. En sus escritos, Doyle insinuaba que, tras la publicación de su artículo, la redacción del Strand, así como la de otras revistas esotéricas e incluso algunos periódicos se habían visto inundadas de cartas de lectores contando experiencias similares a la de las niñas con hadas, duendes, trasgos u otros seres feéricos. De repente, Inglaterra parecía estar llena de mentirosos, de locos o… de hadas. Era tentador exagerar un poco sus palabras y convertirlo en una verdadera “fiebre feérica”. De ahí a imaginar a una pareja de timadores dispuesta a aprovecharse de aquella credulidad de la gente y de las posibilidades para el trucaje que ofrecían las técnicas fotográficas solo había un paso.
En ‘El mapa del caos’ entra en juego el espiritismo, y ahora son fantasmas y hadas. Y ello en una sociedad en la que la ciencia avanza de manera importante. ¿Es una respuesta de incredulidad ante esos avances?
Yo creo que sí, que la sociedad se resistía a que la ciencia restringiera el mundo, a que dijera que lo único que existía era lo que podían ver, tocar con las manos. El materialismo empezaba a despojar al mundo del misterio que siempre había formado parte de él y el hombre, quizás de manera inconsciente, se negaba. El propio Doyle, en su artículo, auguraba que la popularidad de las nuevas cámaras de fotos iban a inundar el mundo de fotos de hadas y otros seres feéricos, y la idea le encantaba.
¿Es necesaria la magia frente a la cruda realidad?
Yo creo que todos anhelamos creer en algo, lo que sea, para sobrellevar la existencia, y basta con que nos lo presenten con una puesta en escena verosímil, como una mentira bien urdida, para que ya no nos sintamos ridículos creyendo en ello.
¿Estamos ante la primera de otra serie como la trilogía victoriana?
Sí, será otra trilogía, como he dicho, muy emparentada con la anterior. Aun no hay relación entre ellas y pueden leerse por separado, comparten un mismo espíritu y muchas constantes vitales, como un narrador peculiar.
