Más de dos siglos después, la Parroquia de La O incorpora una obra artística a su patrimonio. Pero en esta ocasión no se trata de una pieza barroca ni un trabajo para sacar en las procesiones callejeras tan queridas por un amplio sector de la población, sino una obra moderna. Es un cuadro de Garikoitz Cuevas, Cielo de mudanza, que se expone desde hace unos meses en el atrio de la más importante iglesia de Sanlúcar y que el pintor ha cedido con esta finalidad.
El amor por el arte del párroco Francisco Varela y la sensibilidad del pintor han hecho posible este hecho, que para alguno será insólito al no entrar en los cánones que rodean nuestras iglesias. Garikoitz Cuevas explica que fue fácil ponerse de acuerdo con el párroco y que la cesión de la obra se formalizó por escrito para garantizar que nunca deje de pertenecer a la parroquia sanluqueña. El lugar de exposición lo escogió el pintor, a la intemperie pero bajo techo, algo que no debe afectar a la pintura, realizada con técnicas que aguantan “temporales”, como ya ocurrió con las obras de Cuevas que estuvieron expuestas hace algún tiempo en el Palacio ducal. Y está situada entre la entrada del museo parroquial y la puerta lateral de la propia iglesia.
No es la primera obra de Garikoitz Cuevas que se muestra en diócesis españolas. Ya lo hace en la de Plasencia, en Guissona tiene unas cruces votivas y en Jerez, para una parroquia de Arcos, otra. “Y la gente reza delante del cuadro”, apunta el pintor.
Como todas esas obras, Cielo de mudanza es una pieza de exposición, que ya se ha podido ver en Barcelona y en Jerez, en Pescadería. Tiene el formato barroco de medio punto, y entre otras características, el uso del fuego. El pintor lo explica así: “Son las heridas, y cuadra mucho con la posible espiritualidad que cada uno le quiera dar. Las quemazones se hacen de manera intencionada y en su sitio, no en cualquier parte del cuadro, tienen su sentido de la composición, por eso el cuadro no se cae por ningún sitio. Nada está al azar, todo está medido y pensado para que esté así”.
“Es Cielo de mudanza, precisamente porque ahora que estamos en la iglesia y en los tiempos que corren… ¿Qué cielo no está de mudanza ahora mismo? Puedes tener las creencias que quieras, pero todo el mundo tiene heridas, no solo el crucificado, que lo podríamos relacionar, claro, y esto es una ascensión, una subida a los cielos. Yo vengo del barroco, mis fuentes nacen de ahí. Es como una exaltación de santa Teresa, como las apariciones de san Francisco. Son la base”, explica.
“Con el cambio de las luces, de las estaciones, el cuadro te va a ofrecer una visión diferente cada vez que lo mires. Por eso escogí este lugar, y es bastante satisfactorio, porque la última vez que entró una obra en la parroquia creo que fue hace 250 años con la de Valdés Leal hijo. Ahora hacemos un guiño a que la iglesia y los sitios sagrados no tienen por qué darle la espalda a la modernidad, no todo tiene que tener 500 años”.
Para Cuevas, “cuando ves una pieza barroca de calidad no solo ves a un santo, lo principal era la composición, lo que hay detrás, y esto significa quitarle toda la figuración y hacer un ejercicio de esencia compositiva. Esta es una pieza rotunda”.
“El motivo es muy espiritual -añade el autor-, los rotos son eso. ¿Quién no ha tenido heridas a lo largo de su vida? Y puedes hacer dos cosas: o las cicatrizas y la incorporas a tu ser o se acabó. Aquí las heridas ya se han cicatrizado y es el momento de seguir tu camino. La pintura no tiene por qué ser todo visual, hay que pensarla y sacarle el jugo, preguntarse el por qué, ese es el sentido. No hago referencia a ninguna iglesia, sino a la espiritualidad, cada uno que se agarre a lo que pueda”.
Garikoitz Cuevas, con una amplia y reconocida trayectoria artística, sigue trabajando en su estudio de Sanlúcar, ahora pintando barro cocido de Lebrija, “pero intervenido, una experiencia para hacer cosas diferentes”, mientras prepara con el Instituo Cervantes de Burdeos otra iniciativa.